¿También te dijeron que el éxito era la felicidad?
Sobre el miedo que da tener el poder de trazar nuestra vida
El lunes fue feriado en España y salí a comer con una amiga. En medio de las crisis laborales, personales y existenciales hablamos de The bold type, una serie que va sobre la vida de tres “millenials” trabajando en una revista de moda en Nueva York. Más allá de todo lo que hablamos de los dramas, personajes y personalidades, coincidimos en una cosa que destaca en estos personajes: su vida personal gira en torno a su vida laboral.
Son mujeres con un trabajo increíble, son apasionadas, escalan puestos, se desvelan consiguiendo el mejor artículo, las mejores redes sociales, buscan constantemente convertirse en la versión de ellas que demuestre que valen la pena. En el camino ponen en juego cosas como sus relaciones, sus amistades, incluso su estabilidad. Y llegamos a la conclusión de que eso es lo que nos apasiona de la serie, que vemos ahí algo que también queremos tener nosotras.
Mi amiga llegó a una conclusión: estamos en un momento histórico donde suplimos con el trabajo aquello que antes llenaban cosas como la religión, el sentido de comunidad, la familia. Yo agregaría que, incluso, la meta que antes se traducía en encontrar al mejor partido con el que casarse, o una casa, se ha convertido en una carrera por encontrar el trabajo que sea no solo bien pagado, sino que represente una gran pasión; pero no solo eso: la carrera se ha transformado en alcanzar el famoso sentimiento de éxito. Parece que estamos en una competencia constante por ser una mejor versión de la que fuimos ayer, en siempre avanzar, en poder decir, sin dudarlo, que somos exitosas.
Pero ¿dónde está el éxito?
Hace un par de meses les hablaba del libro Everything I know about love de Dolly Alderton, un éxito de ventas que básicamente confiesa una serie de cosas que no fueron bien durante sus veinte: sus citas en Tinder, sus borracheras monumentales, sus trabajos fallidos. Una de las cosas que recuerdo con mucho detenimiento es cuando menciona que se volvió Community Manager y le daba ansiedad no recibir suficientes seguidores en Twitter. Porque ES CIERTO. Nos generan ansiedad cosas que antes habrían sido impensables. ¿Los “me gusta” en las fotos? ¿La cantidad de seguidores?
Un estudio realizado en más de medio millón de estudiantes reconoció que entre 2010 y 2015 aumentó un 33% el número de adolescentes con síntomas depresivos. Durante el mismo periodo el riesgo de suicidio en mujeres adolescentes aumentó un 65%. ¿La razón? Después de la introducción de los celulares inteligentes como una extensión de nuestras vidas, para ese momento ya el 92% de los adolescentes contaban con uno.
Es una locura, ¿no creen? Pero es también una realidad.
El fin de semana realicé un En vivo para celebrar el cumpleaños 9 de mi página Garganta de algodón y les conté que una de las cosas que más me detuvo a la hora de hacer una publicación artesanal y presentarla era la angustia que me generaba pensar que llegaría a una sala completamente vacía, que no habría nadie y que tendría que volver a casa mientras mi madre me miraba con ojos de borrego. Pero es un miedo que me ha atacado constantemente con las redes sociales y que estoy segura de que han sentido también. Porque en nuestra vida hay muchos números que nos pueden aterrar, desde el número de la báscula, el de las calificaciones en la escuela, hasta el número de me gusta que nos dicen si la foto que pensamos que es bonita, lo es realmente.
Pero, amigas, no somos números. No somos metas que se traducen en cosas medibles. SOMOS HUMANAS.
Y está bien que algunas veces no todo nos salga bien. Que no vivamos en Nueva York y trabajemos en la revista de nuestros sueños, que la vida no se vea como nos la pintamos. No tenemos que alcanzarlo ni serlo todo. No hace falta desgastar nuestras manos por probar que somos “alguien”. Está bien ser quienes somos.
No me malinterpreten, creo firmemente en que debemos perseguir nuestras metas, que debemos esforzarnos, que hay que salir todos los días a mirar al mundo con nuestros motivos bien puestos, pero no podemos vivir siempre para esa meta final, porque para llegar a ella tenemos que vivir el día a día. Y ¿qué es más bonito que vivir el día a día con una sonrisa porque somos quienes somos y nada más?
Así que, si necesitabas que una amiga te lo dijera, te lo digo yo: está bien lo que estás haciendo, eres increíble y no necesitas probarle nada a nadie. Espero que tengas metas asombrosas y que disfrutes llegar a ellas, pero no te preocupes si estás un poco perdida. Rodéate de gente bonita que haga la vida más llevadera y dedícate tiempo a ti.
Como ya es costumbre, les muestro un poco de dónde ha ido la vida estas semanas y debo decir que ahora solo tengo fotos de COMIDA. Lo hablé en La comida puede ser nuestra relación tóxica, pero una de las cosas que me hace feliz es comer y es una de las relaciones a las que les presto más atención para tener una vida sana y feliz. Es la comida la que me recuerda que la felicidad está en las cosas pequeñitas. Por ejemplo, en levantarte un domingo y tener una mañana lenta antes de salir a comprar un pollo rostizado y hacer unas papas fritas caseras. Que después acostarse a ver una serie con tu persona favorita y a hablar de todas las teorías de quién podría ser el asesino son el verdadero éxito. Nuestra vida es ya un verdadero éxito por las cosas pequeñitas.
¿Cuáles son los “éxitos pequeñitos” que las hacen sentir felices? Me encantará leerlas en mi Instagram y Facebook. Gracias totales por una semana más y nos vemos en la siguiente Newsletter.
gracias y gracias! luego de quedarme sin empleo en inicios de 2020 por la pandemia pasé todo mi 2021 cuestionándome porque luego de mi último trabajo no había podido conseguir otro, aproveché todo ese año para aprender cosas nuevas y se que este 2022 encontraré un empleo mejor que el anterior