La comida puede ser nuestra relación tóxica
Sobre calorías contadas y autoestimadas descontadas.
En mi vida hay una realidad indiscutible: amo comer.
Disfruto desde el momento en que compro los ingredientes en el supermercado, pasando por el rato en que preparo la comida hasta que me pongo frente al plato y hago ruidos mientras como —sí, soy de esas personas muy ruidosas que disfrutan la comida en voz alta.
Y, la realidad, es que viniendo de México, un país donde el 32,4% de su población sufre obesidad (siendo a nivel mundial el segundo lugar, después de Estados Unidos y seguido por Nueva Zelanda), me he preguntado por mi relación por la comida.
¿Soy de esas que tiene un amor platónico y se prohíbe comer todo lo que tenga algún dejo calórico mientras por las noches, secretamente, sueña con comérselo todo? ¿Soy, acaso, una persona que se ciega por su amor por la comida al nivel en que le hace daño a su cuerpo?
Pero, la pregunta que más me ha perseguido todos estos años es: ¿existe un amor sano por la comida?
Por muchos años estuve rodeada de personas que veían un lazo muy especial entre la comida y su percepción de sí mismas. No creo ser la única que creció viendo a amigas suyas hacerse daño, contar las calorías —y, sí, debo decirlo, incluso confesando alguna anorexia o bulimia que nunca llegamos a llamar así.
El amor propio durante mi adolescencia era una mancha confusa en la que empecé a preguntarme si estaba estrictamente relacionada con mi peso. Si ser bonita, si ser exitosa, si ser alguien, también significaba ser delgada.
La primera vez que gané un concurso de escritura en mi vida fue hablando de la anorexia: no porque la padeciera, sino porque me sentía muy cercana a ella. Una de las novelas más exitosas que publiqué en mi época ‘bloguera’ fue la historia de una chica que padecía anorexia y se enamoraba de su psicólogo.
Y, sí, puede que le diera el crédito de ese éxito a que la historia tenía la dosis de drama adecuada, pero le di mucho más crédito al hecho de que mucha gente de mi edad se sentía cercana a ese sentimiento de culpa que va después de ingerir algo. De ese conteo siempre hacia atrás de las calorías consumidas. De una obsesión por cómo te ves cada vez que te quitas la ropa.
Y luego, todas esas adolescentes que se sentaron a leer esa novela, ese cuento, se convirtieron en adultos. No me dejé nunca de preguntar cómo se sentirán por la comida: si la culpa se desgasta, si la obsesión se va, si las personas de verdad cambian su obsesión por cómo son percibidas.
Honestamente, la relación con la comida es probablemente una de las más tóxicas que se pueden sufrir: porque no luchas contra nadie, luchas contra ti.
Tú tomando la decisión de qué vas a comer. Tú, dejándote llevar por estereotipos. Tú, haciéndote daño: tanto al alza como a la baja.
Porque a veces la comida también está relacionada, por el contrario, con un sentimiento de libertad, empieza a ser el único sitio de tu vida y de tu día donde te sientes segura, comprendida, donde disfrutas. La ansiedad se transforma en platos que te arrancan una sonrisa: te obsesionas por el sabor de un chocolate, de tu postre favorito. Durante el confinamiento, mucha gente encontró en la comida un sitio seguro, un entretenimiento tanto en la preparación como en la ingesta. Según una encuesta de la OCU 37% de los consumidores reconocieron comer más durante el último año. No me sorprende: atravesamos una pandemia mundial, nos convertimos en personas distintas, nos enfrentamos a un estrés sin precedentes.
Pero tal vez es un buen momento para voltear a ver qué nos define: si todavía dejamos que una talla nos hable de quiénes somos, cómo nos sentimos, hasta cómo dejamos que nos traten los demás.
No eres tu peso.
No eres tus calorías, ni tus momentos de ansiedad. No eres la persona que te dice el vestidor de una tienda de ropa, ni la que mete las cosas del carrito al supermercado.
Tú eres tú. Y la única cosa que debería dirigir tu relación con la comida es el tener un cuerpo saludable, que se sienta bien, que te sirva para salir a descubrir el mundo.
Tener un cuerpo que te permita correr a donde quieras, saltar a los brazos de las personas que amas, porque tu cuerpo es con quien te acostarás y despertarás cada día por el resto de tu vida: es tu relación más importante.
Así que yo he decidido que si la ropa a veces me aprieta un poco está bien, pero he implementado un día vegano a la semana porque quiero mantener un cuerpo sano, que si veo que mi cuerpo cambia, es normal ¡ya no tengo quince años!, así que algunas partes está bien que sean diferentes, que se acomoden a las nuevas facetas de mi vida.
Que los chocolates son mis amigos, pero no me terminaré una barra completa en un mal día, sino que me preguntaré si puedo hacer algo por estar mejor, tener menos estrés, que probaré cosas nuevas en la cocina y lo convertiré en momentos para compartir con quien amo.
Yo ya decidí que quiero tener una relación todo lo saludable posible con la comida.
Esta semana quiero compartirles fotos de una Paola sonriente comiendo y disfrutando, porque me gusta mucho esta versión de mí que también ha encontrado en la comida un sitio donde experimentar: mis amigas y yo, por ejemplo, tenemos el reto de probar tantas cocinas internacionales como podamos para sentir que estamos ‘viajando por el mundo’ en tiempos de pandemia. Y me he convertido en una pequeña chef que busca agregarle verduras a todo —después de mucho experimentar puedo decir que estoy preparada para prepararles una cena a todas, así que ojalá algún día pueda reunirlas para comer juntas, porque sentarte a comer con alguien es también una forma de compartir la vida.
¿Ustedes se han preguntado por su relación por la comida? ¿Se preocupan por a dónde llevarla? ¡No duden en contarme su experiencia en cualquiera de mis redes! Me encanta leerlas.
Y aquí un trocito de Paola del 2015 que escribió algo que me inspiró a volver al tema en 2021 (si le dan clic a la imagen pueden leer el texto completo)