Suelo quejarme de las cosas que no salen como espero como si yo tuviera el mejor escenario para absolutamente todo lo que sucede en mi vida. Me enojo cuando algo a lo que le dediqué mucho tiempo no sale bien, cuando en el trabajo algún detalle se sale de lo esperado, cuando algo que dije explota en desastre cuando mi intención era encaminar la conversación hacia otro sitio. De alguna forma, siempre tengo un plan y me inquieta mucho cambiarlo.
A veces, esto es tan pequeño como que una amiga me diga que prefiere cambiar el día de nuestra cena unas horas antes, pero a veces es tan grande como, por ejemplo, cuando cambié mi sueño de ser editora haciendo libros al trabajo que tengo ahora. Las decisiones externas que afectan el rumbo de nuestras vidas se ven de formas muy, muy distintas. Y lo único que tienen en común es que no podemos hacer nada para que no nos sucedan, pero está en nosotras saber cómo reaccionar.
Sin embargo, hoy no vengo a hablar de estos detalles, que creo que ya abarqué en La carrera en una vida de incertidumbres, sino que me gustaría pensar en esas otras cosas ‘no planeadas’ que impactan nuestra vida de forma positiva.
Pensemos en la película más clásica de la vida: chica conoce a chico en circunstancias inesperadas, como tropezándose, en una fiesta a la que alguno de los dos se supone que no debería ir, o en alguna circunstancia totalmente loca (porque, de verdad, cuando piensas que lo has visto todo Hollywood llega y ¡kaboom! Nuevas cosas surgen). Sin embargo, cosas como el amor suelen sucedernos cuando no las planeamos. No es común tener en tu agenda: “voy a conocer al amor de mi vida”, pero a muchos nos ocurre.
Vayamos a un extremo total. El otro día en TikTok me apareció un video de una persona a la que una mañana le pasaron tantas cosas que no pudo llegar al trabajo: su alarma no sonó, perdió el tren y tuvo que llamar para avisar que no llegaría. Trabajaba en una de las torres gemelas que sería derribada ese mismo día. Cosas desafortunadas que llevaron a una de las fortunas más grandes de su vida.
Tal vez las cosas malas no lo son en su totalidad porque siempre son capaces de llevarnos a otros escenarios, transportarnos a otras vidas.
Al principio, debo confesarlo, me costó mucho aceptar que la vida que me había planeado al cruzar el mundo entero para cursar un Máster en Edición y convertirme en una editora como las de las películas, no sucedería. Estuve totalmente aferrada buscando la forma, estuve trabajando por un salario bajísimo durante un año pensando que después de eso finalmente de alguna forma lo que estaba buscando llegaría. Me costó mucho aceptarlo porque además esta filosofía de que “si te esfuerzas lo suficiente lo conseguirás” me hacía culparme a mí por no ser capaz de llegar a donde tanto quería.
La forma en que hemos construido nuestra sociedad nos fuerza a creer que si las cosas buenas no nos pasan es porque no las buscamos lo suficiente, porque no trabajamos lo suficiente. Pero, honestamente, no siempre es cierto. A veces también es bueno saber cuándo soltar ciertas metas, ciertos sueños. No porque no “los queramos lo suficiente”, sino porque nosotras no nos detenemos ahí donde nuestros sueños se detienen.
Porque buscando encontré que podía hacer algo totalmente distinto, pero que de alguna forma me apasionaba a la par: convertirme en creadora y curadora de contenido. Manejar redes sociales. Hacer lo que Paola lleva haciendo desde los doce años, pero de forma profesional. Combinarlo con la escritura, continuar impulsando otros sueños.
No podía elegir convertirme en editora porque para eso necesitaba que alguien me diera la oportunidad laboral que ya no podía sostener más sin dinero, pero podía continuar siendo la escritora de toda la vida porque con este nuevo trabajo podía continuar escribiendo sin necesitar que me generara ingresos. Cuando me puse frente al espejo y me pregunté quién quería ser cuando fuera grande dejé de tener respuesta, pero llevo siendo una escritora desde los trece y me aferré a al menos tener esa respuesta.
Y, si les soy honesta, creo que es el camino que más feliz me ha hecho jamás. Conocí a la pareja de mis sueños en esa etapa de cambios, hice amigas increíbles, conocí profesionales maravillosos. Todo lo que parecía un desastre se convirtió en un proyecto.
Trabajar duro y mucho es algo que me gusta hacer, no puedo evitarlo, me educaron para saber que si no haces las cosas suceder, no pasarán; pero también hay cosas que suceden sin que nosotras las busquemos y no nos preparan menos para eso. Está bien que las cosas se nos vayan un pelín de las manos. A veces ahí está la felicidad.
Y quería compartir con ustedes la última cosa inesperada que me ha sucedido: ¡Garganta de algodón está recibiendo lectoras de la manera que nunca imaginé! Experimentando con nuevos formatos encontré que leer en voz alta es algo que me gusta mucho hacer. Lo había intentado en el pasado con YouTube, pero me detuve porque sentía que no era la plataforma correcta para el tipo de contenido que estaba creando. Ahora, honestamente, no me puedo imaginar un lugar más ideal que TikTok e Instagram reels para compartir mis textos ¡y el recibimiento está siendo tremendo!
Creo que me voy a permitir seguir soñando, aunque nunca sepa cómo se materializarán mis sueños. También seguiré escribiendo, aunque todavía no sepa si algún día podré ser escritora de tiempo completo. E iré más tranquila cuando las cosas no salgan como las planeo, porque al final me estarán llevando a nuevos sitios inexplorados que podrían abrirme las puertas o ventanas que necesito.
Amigas, permítanse ser versiones diferentes, no le tengan tanto miedo al cambio y a las cosas que no salen como lo pensaron. Suelten un poquito ese nervio de que si no lo tienen todo en la agenda no sucederá. Permítanse que haya cosas que les pasen solo porque sí.
Vamos a seguir trabajando y, confío, encontraremos juntas la manera de hacer de nuestras vidas un espacio donde sea cada vez más agradable estar.