La carrera en una vida de incertidumbres
Sobre las mudanzas que te hacen replantear el resto de tu vida
Llego una semana tarde. Y aunque no soy la persona más puntual del mundo, llegar tarde me sigue pareciendo infinitamente incómodo. Lo siento, amigas, pero esta newsletter es un poco apología de esto.
Vendí la mesa y las sillas que me compré con el primer aumento que me dieron en el trabajo, en abril del año pasado. Recuerdo que puse un tuit donde hablaba de que a veces es bonito comprar algo con lo que solo tienes que sentarte a contemplar la vida, y que eso es un lujo. En ese entonces era mucho menos afortunada de lo que soy ahora: había muchas interrogantes, muchas dudas, mucho menos dinero, tenía un trabajo donde podía sentirme muy, muy bien, pero también muy, muy mal. Vivía en una constante pregunta de cuál sería el siguiente paso y si terminaría, inevitablemente, cayéndome.
Eso me hizo iniciar esta newsletter, que es también un blog, que es también una serie de cartas contándoles cosas, y lo primero que escribí, vaya, fue Un verbo infinito titulado ‘mudarse’ donde les contaba de las mudanzas, de mi felicidad al poner raíces, sobre lo que es construir un hogar. Escribí sobre la alegría de ya no tener que contar cada cosa, de no pensar en cuántas maletas tendría, de no tener miedo de poseer porque finalmente se sentía como que lo que había llegado iba a quedarse.
Como muchas otras veces en la vida, me equivoqué.
Y de eso me di cuenta al vender esa mesita que me hizo tan, pero tan feliz, y de eso me doy cuenta mientras empiezo una cuenta atrás para una nueva mudanza, para nuevos escenarios, para otra vez tener signos de interrogación donde había puesto los de exclamación. Me voy del departamento que me ha hecho más feliz en mi vida, y aunque sé que lo que viene puede ser mejor, me gustaría simplemente acurrucarme en la vida que tengo ahora, en la persona que soy ahora. Porque no saber qué viene me pone los vellos de punta.
Incertidumbre, la llaman, pero creo que no hay una palabra que realmente explique la nostalgia que da dejar los sitios donde amaste la vida, donde te amaste a ti misma.
Pero hogar no son las paredes que nos envuelven, ni los objetos con los que decoramos, sino las personas con las que vivimos, las personas que le dan sentido a esos objetos que una vez estuvieron en una tienda listos para ser tomados por cualquiera. Incluso si no me desplazo a una nueva casa con mi novio, mi hogar seguirá siendo ahí donde sus brazos puedan alcanzarme. Creo que tengo que aprender a reconciliar las paredes y las presencias, como lo he tenido que reaprender durante este par de años en los que algunas de mis personas favoritas han estado a una videollamada de distancia y 7 horas de diferencia.
Esta, como todas, es una vida de incertidumbres. Puedo desear con todo mi corazón saberlo todo, pero la realidad es que nunca lo sabré. Nunca, jamás, las cosas pueden permanecer estáticas. Para felicidad y tristeza de todos. Además, hay diferentes rangos de incertidumbre: claro, esto me preocupa, pero no en la misma medida que la incertidumbre de una madre buscando a su hija en un país enorme, la incertidumbre de un estudiante recién egresado al que no le quieren dar su primera oportunidad laboral, alguien que acaba de descubrir que tiene una enfermedad terminal. Es un rango dramáticamente distinto, pero considero que todas las incertidumbres son válidas porque el saber que algo no es tan difícil como lo que otra persona está enfrentando no disminuye automáticamente lo que sientes. Y tienes permiso de sentir.
Porque a veces me siento con poco derecho a estar triste, o estresada, o que algo me afecte, porque veo a otras personas y entiendo que estoy bien, porque veo a mi yo de hace un año y estoy centenas de veces mejor, y esto solo me hace sentir más frustrada porque entro en un círculo vicioso donde parece que no puedo admitir que hay días malos, que hay cosas malas, que no tengo derecho a decir en voz alta que no me lo estoy pasando bien con todo esto. Estamos en una sociedad de la ‘positividad’, del frenesí de estar bien, de buscar estar mejor, de no parar jamás.
Y tengo a todos estos otros casos de gente en incertidumbre para recordarme que no me puedo dejar caer por completo, pero me voy a permitir tener días grises. Tú también deberías dejarte tenerlos.
Algunos días siento que esta newsletter no lleva a ningún sitio, pero me gusta escribirla, como si estuviera redactándole algo a una querida amiga. Me hace sentir bien desahogarme un poco, pero también sentir que alguien más, en algún sitio, entiende esto, lo vive, le sirve para recordarse que la perfección está en todos esos momentos imperfectos que nos marcan y nos ayudan.
No hay que reprimir las incertidumbres de la vida porque vendí esa mesita, esas sillas, saldré eventualmente de esta casa y puede que no vuelva a verla jamás, porque cambiaré la dinámica de mi relación y puede que todo sea mucho más difícil, o fácil, quién sabe, de lo que es ahora. Pero no lo sabré, aunque escriba cien mil newsletters con los posibles escenarios. Tendré que salir a vivirlo, y es bonito saber que estarán del otro lado viviéndolo conmigo a través de estas letras.
Las abrazo muy, muy fuerte. Nos leemos pronto, queridas amigas. 💜
Siempre siento que hay un poquito de mi vida en tus escritos.
Te abrazó a la distancia querida Pao. Exito en lo que viene :3