Tampoco soy la persona que mi niña de 8 años imaginó
Acerca de tus expectativas —y las de otros.
Una de las cosas que me han atormentado los últimos años es ser lo que mi niña de ocho, nueve, diez años imaginó. Cuando era pequeña, me parecía que a los veinticinco tendría la vida resuelta: un trabajo de ensueño, un departamento propio, una pareja con la que estaría casada, ¿hijos?, balance.
Pero la realidad es que lo único que soy a los veinticinco es un pequeño desastre.
Bueno, puede que esté exagerado y que haya cosas que sí que están en su lugar, que el problema es que casi siempre es más fácil enfocarse en lo que va mal, en dejar que nos arranque el sueño aquello que no sale como lo planeamos. Soy una persona que sabe improvisar mucho sobre la marcha, pero algunos días un poco de estabilidad no me vendría mal, ¿saben a lo que me refiero?
En mi ‘sueño’ debería estar trabajando en un sitio increíble, en alguna revista o editorial, siendo una autora publicada. Tendría que ser condenadamente feliz, tener un estudio lleno de plantas donde escribir sin preocuparme por las cuentas ni el final de mes. Debería haber conocido al amor de mi vida hace unos años y tener al mismo grupo de amigas de toda la vida.
Pero creo que ha llegado el momento de aceptar que nunca seré la persona que mi niña de ocho años imaginó. Que ese invento de felicidad no es tampoco algo deseable de alcanzar, ¿ser una fotografía que colgar en la pared que muestra algo perfecto? No creo que crecer sea acerca de eso.
Puede que prefiera enmarcar a mi yo de veintitrés años decidiendo que iba a dejar su trabajo para apostarlo todo por un máster al otro lado del mundo, y enmarcar el momento en que se dio cuenta de que lo que parecía ‘la meta final’ no era sino el inicio de una serie de retos: procesos de visado, eternas mudanzas, citas fallidas —más de las que me gustaría confesar—, el preguntar “¿en serio esta es mi vocación?”.
Y descubrir un nuevo camino en el medio. Hace un año tuve la gran crisis del: “¿estoy en donde quiero? ¿Estoy en donde soy feliz?” Recuerdo que me senté a hablar con una amiga y le dije: “nada me ata a ningún sitio”. Me sentía muy perdida, una cosa fallida sobre otra: mi visado a punto de expirar, mis prácticas en una editorial finalizadas, la imposibilidad de encontrar trabajo porque nadie “le puede/quiere dar papeles a una mexicana”, haber pasado meses encerrada lejos de mi familia, decepcionada otra vez porque algo parecía amor no lo fue, mis ahorros depositados en una cuenta de banco recordándome todos los días que estaba gastando más de lo que podía. Lloré muchísimo, estaba muy decepcionada y me sentía muy sola.
Tuve una llamada muy difícil con mis padres, lloré de nuevo, les pedí ayuda. Me sentí tonta porque a mis veinticuatro todo lo que podía hacer era pedir ayuda. Inicié de cero: nueva casa, nueva búsqueda de trabajo, nuevos estudios con un enfoque distinto, una nueva versión de mí en todas esas entrevistas de trabajo donde me preguntaban a dónde me veía. No podía responder que en ningún sitio, así que me construí uno, me inventé nuevos sueños, me puse nuevas metas. Un año había pasado y estaba en otro punto de partida. Pero tenía amigas, finalmente tenía un grupo de amigas increíble que me abrazaba cuando las cosas se ponían difíciles, tuve a mi mamá del otro lado escuchando a este desastre y yo no lo sabía, pero estaba a punto de tener LA cita.
Suena a que todo se arregló para la joven en apuros, ¿no? Pues la realidad es que no. Hoy no estoy más cerca que mi yo de hace un año de ser lo que su ‘yo’ de ocho años quería ser. Todavía no termino de establecerme en este sitio, todavía me siento una extranjera interpretando un papel interminable de procesos de visado, todavía no termino de entender qué estoy haciendo.
Pero tengo un trabajo donde oficialmente me pagan por escribir que es más bien marketing de contenidos y que no se parece a lo que había soñado, pero donde estoy (¿)bien(?). Tengo nuevas preguntas, pero he resuelto algunas de las dudas del pasado. Sigo con ese grupo de amigas maravillosas a las que he sumado nombres de personas valiosas que me recuerdan que las mujeres son nuestras aliadas. Tengo a alguien maravilloso conmigo, que puede que todavía no tenga la antigüedad que yo le habría atribuido a esta fase de mi vida, pero que me ha reinventado el concepto de tiempo, me hace reír como una loca y me ha enseñado que ya no tengo que llorar sola, ni que buscar otros sitios. Tal vez esto sea todo lo exitosa que seré algún día.
A mis preguntas de hace un año, al: “¿estoy en donde quiero? ¿Estoy en donde soy feliz?”, finalmente puedo responder que sí, que estoy en el sitio que elegí, estoy con personas que me hacen inmensamente feliz.
Puede que no se trate de ser lo que mi yo de ocho años quería, sino de lo que yo quiero.
Y, por ahora, quiero ser esto. No más, no menos, voy a dejar de ponerle tanta presión y expectativas a mi vida porque estoy haciéndolo lo mejor que puedo.
Y les digo lo mismo: dejen de ser lo que sus amigos, padres, o sus yo de ocho años querían de ustedes. Dejen de ponerse presión sobre los hombros, buscando metas inalcanzables y poniéndose en el sueño estándar del éxito. Pregúntense qué los hará sentirse exitosos, queridos, alegres, y vayan a por ello con calma. No hace falta correr, ni sentir que es ‘demasiado tarde’. Cualquier día es bueno para iniciar.
Como cada semana, les dejo un par de fotos de lo que han sido estos días: tomar cafés, caminar por el bosque, beber algo en un sitio asombroso. La felicidad, después de todo, ha estado en los lugares más simples. Y es fugaz, sonrío para las fotografías y algunos días lloro por horas abrazada a la almohada. Me sorprendo porque esta sea mi vida y a veces solo puedo ver el gris que atraviesa la ventana. Pero estoy trabajando en estar bien. ¿Ustedes qué han hecho para sentirse mejor estos días?
Y agrego un texto que escribí y que salió a colación porque anuncié el tema de esta newsletter en Instagram y una lectora muy querida me refirió estas letras:
Hoy le digo a esa ‘pequeña yo’: lo siento, pero voy a ser quien yo quiera ser.
siempre que leo sobre este tema me siento un poco extraña, porque mi yo de 8 años nunca se creó expectativas sobre que sería cuando fuese mayor.
Por otro lado, me contenta mucho que el lugar donde estas y las personas que están al rededor te hagan sentir feliz y plena