Las cinco películas y libros románticos que marcaron mi vida
Sobre las certezas del amor romántico
Esta semana devoré Heartstopper. Empecé a ver la serie, guiada por los buenos comentarios, pensando: “tiene toda la pinta de que me gustará” y luego, simplemente, continué. Continué. Hasta que la terminé.
Esta es una historia de amor de las que te hacen emocionarte de una forma bonita, de las que te acompañan a ver los detalles más básicos que despiertan al amor: los toques de manos, las miradas, los mensajes, las dudas, las preguntas, la manera en que tiene alguien de tocarte la mejilla y parar el tiempo.
¿Por qué nos gustan tanto las películas y series de amor?
Aquí generalizo porque sé que no soy la única que disfruta del género. Y no solo son las series y películas. Los libros. Las imágenes. Las historias que nos cuenta la amiga de una amiga. Buscamos el argumento que nos descoloque por un segundo de la realidad. Nos enamoramos con los personajes y personas que se enamoran. A veces, incluso, lo que más nos gusta es el amor. Nos olvidamos que son personajes ficticios o personas que no conocemos sintiéndolos y los convertimos en argumentos.
Recuerdo que hace un par de veranos me reuní a tomar cervezas con unas amigas y una de ellas saltó a preguntarme qué estaba pasando con cierto chico al que estaba viendo. Todo empezó con un par de detalles y terminó en una historia donde los sentimientos eran protagonistas. No era acerca de nosotros, era acerca de los momentos que estábamos viviendo, la forma peculiar en que nos conocimos, las palabras que me dijo, mis reacciones. Y nadie conocía a ese chico, ninguna de mis amigas lo conoció -y ya puestas, no lo conocerán jamás, al menos no por mí- pero estuvieron durante al menos una hora escuchando el cuento de una persona con la que había decidido establecer un vínculo.
Y aunque ya hemos hablando de que tengo un fuerte problema con cómo se estructuran las relaciones amorosas en las películas, considero que muchas veces nos aferramos a verlas porque son un espacio seguro. Mientras que en la vida no podemos presentir ni saber si conoceremos o terminaremos con el ‘amor de nuestras vidas’, proporciona cierta seguridad ver las películas donde sabes que sí. Donde sabes que después del nudo eventualmente todo se solucionará. Donde el beso final rompe la angustia en el pecho y donde hay un ‘vivieron felices para siempre’. Esto, por supuesto, se rompe en películas como La la land o, seamos honestas, en las películas francesas que están tan afanadas en tener finales abiertos, pero aun así nos transportan a relaciones que explotan de amor, que se convierten en algo épico.
La vida, contrario a lo que sucede en las películas, es una historia abierta, es un argumento con millones de finales abiertos.
Y a veces buscamos certezas que nos hagan sentir que el amor puede ser un rompecabezas donde las piezas encajen, donde nosotras encajemos en un par de brazos que se sientan como casa.
El cine fue concebido como una forma de analizar sociedades, de ver espacios y culturas que de otra forma no podríamos tocar. Pero también se ha convertido en una forma de trazarnos vidas paralelas. Como los libros, que nos permiten vivir otras vidas, el cine nos permite ponerles forma. Creo que eso es hermoso. Porque, de verdad, puede que no haya vivido lo que le sucede a gran parte de los protagonistas de las películas que he visto, pero lo he sentido con todo mi cuerpo: mi corazón latiendo, las manos sudando, mis labios diciendo cosas como: “no puede ser”, “wow”, o exclamando grititos adolescentes que se convierten en brinquitos de felicidad.
No podemos evitar sentir empatía, no podemos evitar en general sentir. Y qué bonito es que en un día después de haber tenido mucho trabajo puedas sentarte a transportarte a otras vidas, a escuchar otros idiomas, a moverte aunque te quedes en tu asiento.
Aunque no dejaré de estar en contra de muchas ideas erróneas que nos crean las películas respecto a cómo debería verse una relación, estoy segura de que tampoco dejaré de ver cada comedia romántica que salga. Que continuaré buscando una vía de escape para algunos días difíciles, suspirando por Mr. Darcy y reencontrándome conmigo a través de los personajes con los que me desconecto de lo que me rodea.
Ahora, ya que me he puesto toda cursi hablando de esto, les dejo mi top 5 de libros y/o películas románticas por si quieren buscar un rato de amor, con la advertencia de que no todos tienen finales felices pero que son intensos, MUY intensos. (Y no están en orden)
1. Siempre el mismo día. Una relación imperfecta que le da ese toque ‘real’ a la fantasía. El libro es de David Nichols y wowowowwowowo.
2. Tal vez es para siempre. La película es bellísima y el libro es de Cecelia Ahern y está escrito en forma de cartas, emails, etcétera. Es acerca de crecer con el amor de tu vida y todas las etapas que atraviesan las relaciones.
3. Fangirl de Rainbow Rowell. No tiene película, pero el libro no tiene desperdicio alguno y habla de una chica que escribe fanfiction y pues… esa fue básicamente mi adolescencia.
4. Anna y el beso francés de Stephanie Perkins. Este libro lo leí cuando ya había salido de mi etapa de devorarme todo lo romántico y… no puedo explicarles mi modo adolescente de vuelta. Estaba vuelta LOCA.
5. Like Crazy. Esta es una película que creo que no tiene libro, pero que si tienes una relación a distancia tienes que ver porque básicamente sabrás que alguien ha puesto en película muchas de tus emociones. Me rompió totalmente y no puedo decirles cuántas veces la he visto sin llorar. Spoiler: ninguna, siempre lloro.
Por favor, respondan a este email o dejen un comentario en Substack recomendándome sus películas y libros de amor favoritos, así podemos ser fangirls juntas.
Esta semana les cuento que he estado un poco ‘azul’. Con sentimientos encontrados porque mi vida se ha metido a la licuadora y ha mezclado pedazos de felicidad, de nostalgia, de preocupación y de dudas por igual. Soy un licuado de sentimientos que necesitan escapar con una película romántica o con… un viaje. Mi novio y yo nos enfrentaremos a nuevos escenarios pronto y decidimos escaparnos un fin de semana a la playa a buscar las respuestas a las cosas que parecen no tenerlas. Qué bonito es cuando sales de escuchar solo tus pensamientos y escuchas las olas del mar. Estar a un tren de distancia de sitios como este me recuerdan que, aunque necesite espacios para escapar un pelín, la realidad supera a la ficción en el mejor de los sentidos.
Un abrazo, queridas amigas, perdonen por llegar un día tarde y nos leemos en la siguiente,