No todos los cuentos empiezan con ‘había una vez’. A veces soy yo navegando por el internet muchas veces, hasta que algo salta y se queda grabado por muchos días.
Hace un par de semanas me topé con el curioso titular: “las amistades duran siete años”. Al principio engañoso, el título se refiere más bien a la teoría de que las amistades que duran más de siete años se quedarán para siempre, pero la posibilidad de tener amigos capaces de cruzar ese ‘abismo’ es del 48%, ¡menos de la mitad! Esto según un estudio liderado por el sociólogo holandés Gerald Mollenhorst, quien hizo el seguimiento de 1,007 personas y sus amistades.
Las estadísticas me saltan porque son la prueba de que intentamos racionalizarlo todo, incluso nuestras relaciones. Pero, a la vez, me saltan porque me pregunto también por las amigas de mi vida. Creo que reflexionamos muchísimo en torno a nuestras relaciones, contamos a ex novios, ex amores, pero pocas veces nos detenemos a mirar a las amigas que atravesaron y marcaron nuestras vidas. No me refiero solo a aquellas que ahora tenemos, a las que volteamos a ver en situaciones difíciles, con las que reímos o lloramos, sino también a las amistades con las que rompimos.
¿Por qué nadie habla de los corazones rotos que te provocan las amigas?
De esas peleas que empiezan por cosas pequeñas y que escalan hasta convertirse en factores decisivos, de distancias que separan, incluso de etapas de vida que dividen: a veces nos toca atravesar cosas tan distintas y navegar por patrones tan separados que, eventualmente, las amistades toman caminos aparte. No es fácil terminar con una amiga, ni es fácil declarar el fin de una amistad.
A veces, en realidad, creo que las amistades se fracturan y solo les queda conformarse con convertirse en recuerdos. Las amistades son probablemente de los amores más intensos que experimentamos: con las amigas nunca nos preguntamos si se va a terminar, no tenemos la ansiedad de pensar en si cumplimos con las expectativas de lo que ‘una amistad’ debería ser. Las amistades son un cariño que evoluciona de maneras diversas, que se intensifica a su propio ritmo. Las amistades son confidencias, son quitarnos máscaras y maquillaje para dejarnos ser. Es una clase de confianza que se pregunta poco y da mucho, al menos yo lo veo así.
Existen muchos tipos de amistades, muchísimos. Hay amigas a las que ves poquito, pero quieres muchísimo, a las que la constancia no les quita el peso ni el valor; hay amigas con las que no interactúas mucho, a las que tal vez no les contarás tus secretos más profundos, pero a las que aprecias y con las que te diviertes muchísimo. Hay amigas que se intensifican en ciertas etapas, pero que en algunas otras no son tan cercanas: y está bien. Y hay otras amigas, tal vez un tanto más especiales, con las que el contacto nunca se pierde, que son tu base y soporte, con las que te sientes tu yo más increíble, y esas amistades le dan mucho sentido a todo.
Pero, lamentablemente, también hay amistades tóxicas: hay amistades posesivas; o, por el contrario, hay amistades condicionadas por las circunstancias. Están esas amigas que solo te verán si no tienen novio, o mejores planes para esa noche. Hay amigas que te considerarán “de su propiedad” y que te prohibirán tener otras amigas. Las hay, créanme que las hay. Y con esas amistades todo es un poco más complejo, porque considero que, como en cualquier relación, las amistades son bonitas cuando dos personas se miran como dos seres completos e iguales; cuando se quieren y se admiran, cuando entienden que la otra persona tiene una vida y que está decidiendo incluirte en ella.
Con esas amigas, después de todo, tal vez sí es mejor romper, aunque duela.
El corazón roto por amistad es uno de los más duros que existe, determinar cuándo termina una amistad es mucho más difícil de explicar que otra clase de rompimientos. Oficialmente no creo que termines en palabras una amistad, pero creo que son las palabras las que golpean el cristal hasta que se hace añicos. Y, lamentablemente, con añicos no puedes volver a construir.
Puedes buscar poner curitas, un poco de resistol, poner palabras de perdón, poner los recuerdos sobre la mesa y querer seguir, pero nunca vuelve a ser lo mismo.
He terminado amistades y han sido de los procesos más largos y complejos por los que he atravesado. A ningún ex he tenido ganas de perdonarle haberme hecho daño, pero han existido amigas a las que he querido perdonarles todo: palabras hirientes, traiciones, secretos… Y, aunque haya empujado con mucha fuerza, aunque me haya convencido de que podía perdonar, la realidad es que al final no fue posible.
Y, de alguna forma, considero que está bien. Creo que está bien que haya cosas que se quiebren porque le dan paso a que otras inicien.
Creo en las amistades ‘para siempre’, por supuesto, y me aferro a esas amistades que se han sentado frente a mí a decirme todo lo bueno, y también lo malo. Me doy cuenta de que entre más crezco, más difícil es encontrar a esas amigas ‘para siempre’, pero sin duda suceden: y es maravilloso encontrar a personas que están dispuestas a ser amigas, a convidarte de su tiempo, a incluirte en sus vidas.
Así que esta semana, como parte del ritual de cultivar amistades y de reforzar ese vínculo bonito que he logrado con dos mujeres a las que amo, y quienes me han hecho ver que en la amistad hay matices, que las relaciones son de alguna forma ‘espontáneas’, a la vez que se construyen con el tiempo y que puedes llorar de risa y de tristeza por partes iguales sin ser juzgada, hice con ellas un “viaje del amor”. Un fin de semana solo para nosotras: tomar el sol, hablar mucho, salir a cenar, pensar en lo que será la vida a futuro y prometernos que sin importar lo que venga, estaremos juntas en esto.
Qué bonito es hablar con tus amigas, encontrar puntos en común, saber que no estás solita nunca porque tienes a una red de mujeres preciosa que te respalda. Qué increíble es esa amiga a la que puedes decirle que la vida laboral te tiene estresada y que te dice ‘yo también’ mientras toman tinto de verano y se ríen porque vendrán tiempos mejores. La amiga a la que conociste por quince días, pero que sientes que conoces de toda la vida. La amiga que te vio llorar un sábado por la noche y te dijo que todo estará bien.
Y qué bonitas son las amigas que he construido con Garganta de algodón. Para mí es como haber creado una red de personas que sienten conmigo, que aman, sueñan, se decepcionan, pero se levantan cada día. Somos también de alguna forma grandes amigas, ¡y este año, en diciembre, cumpliremos nueve años! Creo que, según el estudio de este científico holandés, eso significa que seremos amigas toda la vida.
Pero, más allá de estudios, de números, de estadísticas, creo que lo importante y lo que realmente quería decir aquí es que las amistades, como todas nuestras relaciones, son sitios donde tenemos que sentirnos seguras y queridas, deben ser nuestro hogar también, una extensión de nuestra familia. Puede haber problemas, claro, porque ninguna relación es perfecta, pero la meta es que nos aporten mucha felicidad y amor.
Así que si leíste esta Newsletter y te recordó a alguna amiga, ¿por qué no se la compartes? Y si una amiga te la compartió, abrázala mucho de mi parte.
¡Hasta el próximo miércoles, queridas amigas!
Cuanta nostalgia me provoco leer este newsletter 😍, muy feliz con tu redacción y lo que transmites, eres grande!
creo que te lo digo en cada Newsletter pero cada newsletter supera a la anterior 💓💓💓
durante toda la lectura tuve en mente dos personas a quienes a pesar de ya ni hablar o hablar poco, aprecio muchísimo por ser mi amiga durante el tiempo que duró, por permitirme conocer la sensación de tener una verdadera amiga.
Es cierto, nadie o muy pocos hablan sobre las rupturas de amistades y por mis 2 experiencias, puedo asegurar que duelen mucho más que las amorosas 💔
de nuevo, gracias por regalarnos estas hermosas palabras, nos leemos el siguiente miércoles