Una de las cosas que suceden cuando trabajas con redes sociales es escuchar el famoso: “haz algo que se vuelva viral”. Está en decenas de memes de marketing, está en las conversaciones de pasillo y en las salas de reuniones. Está también en los sueños de los que creamos contenido por la oportunidad que dan las redes sociales de conectar con decenas, cientos y, en algunas raras pero increíbles ocasiones, con millones de personas.
Así me pasó entre el 4 de junio y el 4 de julio de este año, cuando mi perfil de Instagram alcanzó a nada más ni nada menos que a 3,833,538 de personas de manera orgánica. No puse ni un centavo para que sucediera, pero mentiría si digo que no hice nada distinto. Después de más de quince años escribiendo en redes sociales, y a casi diez años de haber abierto un perfil de Facebook dedicado a publicar textos de amor y desamor, cambié el formato a video. Le puse mi voz, le puse música que estuviera en tendencia y relancé muchas de las cosas que escribí hace meses, o hace años, en formato mp4.
Fue una locura. Me obsesioné con las estadísticas, reescribí textos. Dediqué una hora completa cada día después del trabajo a continuar produciendo contenido, respondí a decenas de comentarios. Reaprendí cosas de la creación de contenido, de las redes sociales, de edición, de mis propios textos. Recibí mensajes directos como solo me había pasado en mi adolescencia cuando escribía fanfiction. Me sentí, de alguna forma, una celebridad del amor en internet.
Pero, claro, esta adrenalina duró poco. Los números eventualmente empezaron a mermar y yo, desesperada, miraba una y otra vez el video viral intentando entender qué tenía de distinto. Podían ser decenas de factores: el video, el texto, el tema, la hora de publicación, la duración, la canción de fondo, que lo hubiera compartido alguien famoso… No lo sé. Hoy, mientras escribo esta newsletter, tampoco lo sé. Quise esperar un par de meses para ver si podía entender qué hizo distinto a ese mes de muchos otros, pero no tengo una respuesta, aunque sí muchas reflexiones.
La primera de ellas es que la viralidad no cambió nada en mi caso particular. No vendo productos, tengo una publicación artesanal que agoté después de 500 copias hace un par de años, pero desde ese entonces no he publicado nada. No hago colaboraciones con marcas. Alguna vez he escrito por encargo, pero mi idea por ahora no es ponerme a vender mis letras por montones en esta modalidad. No sé realmente hacer videos, tampoco, por lo que aunque mi comunidad creció de 1Kseguidores en Instagram a 10K, lo que significa un 1000% de crecimiento, la verdad es que tampoco soy famosa ni voy a volverme millonaria.
La siguiente reflexión es que la constancia aquí lo marcó todo. El clásico: “aprende haciendo” se volvió muy importante, porque publicar todos los días impulsaba cada vez más el video viral y las siguientes publicaciones, me ayudaba a entender mejor las tendencias y, de alguna forma, mejoré la técnica. A su vez, como usaba TikTok para crear el contenido de Instagram, un par de vídeos se volvieron virales también por ahí y esto incrementó la sensación de que estaba en mis manos hacer crecer el proyecto, que yo tenía el poder. Pero la constancia también de alguna forma lo paró todo. A estas redes sociales les gusta saber que te tienen, pero juegan mucho con la forma en la que muestran tu contenido, por lo que a veces la constancia no es la salida, y fue por esto que lentamente empecé a retirarme del juego de las prisas en la creación, del volumen, porque era como estar jugando contra las redes sociales y, claramente, iba a salir perdiendo.
Esto me lleva a la tercera cosa, que es la más importante y la que le da título a esta newsletter. Llevo tantos años escribiendo de amor, desde novelas que se publicaron en perfiles que hoy ya no existen, hasta textos, decenas de textos, que me llevaron a conferencias en universidades, presentaciones de libros y a publicar en revistas. Y en realidad aunque son mis letras, aunque estoy detrás de lo que se hizo “viral”, no soy yo, sino mi experiencia misma del amor, lo que impulsó a esos videos. El tema en sí es lo que atrae, los sentimientos, cómo los experimentamos, la necesidad de hablar de lo que pasa dentro de nosotros. El amor sigue siendo pertinente, y siempre lo será. Hay temas que son temporales, hay modas –sino veamos cómo ahora los asesinos en serie están teniendo su boom después de Dhamer–, pero el amor es algo que después de tantos años no se me ha agotado, que continúa encontrando formas de mostrarse. Esta vez fueron audios, ¿qué será mañana? Tengo ganas de saberlo.
He vuelto a mi rutina de escritura privada, publicando de forma más espaciada en estas redes y mirando de nuevo con cuidado el tiempo que paso en ellas. Mi carrera profesional son las redes sociales y no dejo de experimentar con ellas, jugar, probar, reintentar, pero es importante no mirarlo con ojo obsesivo porque eso es de alguna forma dejar que te ganen en lugar de ganar terreno en ellas.
Menos es más, me digo. Y me vuelvo a sentar en mi escritorio de siempre a escribir esta newsletter cada quince días, a escribir el libro que hace meses tengo entre manos, a escribir los textos que realmente me apetecen y a grabarlos cuando tengo gana, y tiempo libre, que estos días la verdad que es muy poco. Las lectoras que hace años me siguen vivieron este boom en mis redes, se alegraron por mí, pero siguen ahí no porque vean mi número de seguidores, o de vistas, sino porque ven en lo que escribo algo que les habla de sí mismas, y estaré siempre eternamente agradecida. Son las mismas que responden a estos blogs con palabras de aliento y las que me hacen sentir que vivo ya en un sueño.
¿Soy tonta por desaprovechar la oportunidad de volver a encontrar esa viralidad? Tal vez. ¿Debería haber continuado con la constancia que aprendí mientras grababa esos videos diariamente? No lo sabré jamás.
Con lo que me gustaría concluir es que ganar algunas batallas no siempre significa salir victorioso con una medalla de oro en el cuello, o con cientos de miles de seguidores en este caso, sino salir vivo de ellas, saber en qué momento dejar de disparar para no transformarte en una máquina que trabaja para alguien que no es sí mismo.
¿Ustedes qué valor y qué lugar le dan a las redes sociales? ¿Qué relación tienen con esta urgencia que existe por convertirse en influencer?
Por favor, no duden en responder por mail si les llegó esta newsletter a su inbox, o dejar un comentario por aquí en Substack, que estoy siempre encantada de contestarles.
¡Un abrazo y nos leemos en dos semanas!
Te leo siempre aunque parezca ausente la mayoría del tiempo, pero siempre estoy atenta a tus publicaciones, especialmente de estas newsletters que hacen de mis miércoles algo bien especial porque me identifico tanto con los temas que desarrollas. Esta en especial me recuerda a mi realidad actualmente, en como me he sentido juzgada por no querer solo disfrutar del trabajo sin morir en el intento, el no buscar "esa viralidad" el no querer más porque con lo que se tiene se disfruta mucho mejor me ha llevado a que me tachen de conformista. Pero disfruto la vida de otra forma, más íntima, más en paz conmigo misma que entregando todo mi tiempo solo al mundo laboral. Soy más que eso y esta newsletter me hizo sentir comprendida sobre que está bien ir a nuestro ritmo ❤️.¡Un abrazo de tu fiel lectora desde siempre! Gracias por tanto.