Dinamitar los sitios que nos hacen infelices
Sobre la importancia de hablar de nuestras emociones
La RAE tiene diecisiete definiciones para “voz” que van desde “Sonido producido por la vibración de las cuerdas vocales”, hasta “consuelo”, aparte de esto tiene también composiciones donde la palabra “voz” juega un papel crucial como “voz pasiva” o “voz de la conciencia”.
La voz tiene una serie de connotaciones físicas y metafóricas que la convierten no solo ya en un medio de comunicación, sino en una manifestación de lo que somos. Y nunca lo sentí tanto como la última semana.
La semana pasada me quedé sin voz en un evento donde mi única tarea era hablar. Por primera vez tuve un “viaje de negocios” donde la empresa en la que trabajo me pidió asistir a una feria en Madrid. Todo iba bien hasta que, después del primer día, perdí la voz. Había viajado con una ligera gripe que se convirtió en una resequedad en la garganta que me impedía hablar. Pero no solo estaba la feria de por medio, sino que por primera vez me vi frente a frente con personas con las que llevo más de un año trabajando y NO PODÍA COMUNICARME.
Fue frustrante, porque ninguna seña, ninguna sonrisa, ninguna buena disposición que pudiera tener podía reemplazar todo lo que quería expresar con palabras. Y me di cuenta de que, aunque es la primera vez que me pasa algo así físicamente, esto me ha sucedido decenas de veces en mis relaciones.
Quedarte sin voz va más allá de un día despertar afónica, porque en nuestras relaciones también tenemos momentos donde no sabemos cómo comunicar, donde hablar parece imposible, donde las ideas se atoran y a veces salen más fácilmente en forma de lágrimas que en palabras.
Me di cuenta de que quedarnos callados, cuando es una decisión, se convierte en un verdadero peso.
A lo largo de nuestras vidas seguro nos callaremos muchas cosas: secretos que no nos pertenecen, cosas que hemos visto y de las que no podemos/queremos hablar, cosas que sentimos y que no queremos transformar en palabras por el poder de dinamitar todo a nuestro alrededor.
Pero, ¿vale la pena quedarse en un sitio que ya huele a pólvora solo porque tenemos miedo de prender la cerilla y volarlo todo en mil pedazos? ¿Vivir día a día pensando que todo podría terminar, pero no querer que quede en nosotras el poder de acabar con ello?
Debemos apreciar que tenemos voz, debemos usar nuestra voz. No solo para destruir los sitios inseguros, sino para construir los caminos que nos hagan más felices, para decir lo que sentimos sin miedo a que nos llamen “sensibles”.
Durante muchos años he escuchado que las mujeres somos más sensibles, o que somos más cursis, cuando en realidad creo que tenemos tendencia a una mejor educación emocional para identificar lo que pasa en nuestro interior y transformarlo en palabras.
Hace años un chico con el que salía me dijo que borrara “Garganta de algodón” porque destruiría mi imagen como escritora, diciéndome que ya éramos demasiadas mujeres hablando de amor en el mundo. Honestamente, nunca se me cruzó por la cabeza borrarla, pero me empecé a avergonzar de lo que escribía, empecé a no contarlo con mis compañeros de clase, a esconderlo para mí. Y ese fue un gran error: no debí quedarme callada, ni dejar de expresarme, solo porque alguien consideraba que lo que hacía no estaba “a la altura”.
Hay personas a las que les va a incomodar escucharnos o leernos, sentirnos seguras de lo que hacemos, y tenemos que aprender a identificar esas situaciones para, si hace falta, gritar que es asunto nuestro.
Susurrar a nuestros seres amados cada mañana que los amamos, hablar para expresar lo que sentimos, gritar cuando necesitemos que se nos escuche, pero nunca dejar de usar nuestra voz. Nunca.
Como les conté en mis historias de Instagram, la semana pasada no pude escribir la newsletter porque estaba atorada en la vida laboral, pero después de todo el caos maravilloso que fue poder viajar por trabajo y convivir con mis compañeros, celebré el cumpleaños de mi persona favorita alejándonos de Barcelona por un par de días y tomé fotos que quería compartir con ustedes.
Nunca estuve en un par de brazos donde sintiera que mi voz es tan escuchada incluso cuando susurro, y creo que es importante reconocer también cuando entramos a sitios tan seguros en los que hasta el silencio termina hablando.
¿Ustedes se sienten escuchadas en sus relaciones?
Nos vemos la próxima semana, queridísimas amigas.
siempre es un placer leerte.
Increíble que siempre encuentres un tema interesante sobre el que escribir.
No sentirte escuchada es una de las peores sensaciones, por eso siempre grito cuando no me dejan hablar.
siempre es un placer leerte.
Increíble que siempre encuentres un tema interesante sobre el que escribir.
No sentirte escuchada es una de las peores sensaciones, por eso siempre grito cuando no me dejan hablar.