A mi lista de ironías de la vida he agregado escribir un blog titulado “Aquí no tenemos periodo vacacional” y luego desaparecer por un mes. En mi defensa debo decir que no se atravesaron unas vacaciones, se atravesó una época de cambios. Cajas con mi vida dentro. Desprender fotos de una pared mientras intento desprenderme de la sensación que esa pared me daba de tener un hogar. Hacer maletas intentando no deshacerme. Reacomodar la vida mientras me acomodo en los brazos de mi persona favorita. Prometernos que lo haremos funcionar.
Puede que esto suene más dramático de lo que quiero, pero lo que estoy sintiendo hace eco en todas las paredes de mi cabeza y sentí la necesidad de compartirlo con ustedes. Estos días estoy viviendo de nuevo la experiencia de vivir con personas desconocidas, con una nueva cama y una nueva ventana que tiene una vista muy distinta a la que solía. Estoy descubriendo una parte de la ciudad que llamo hogar que antes no exploraba. Me siento un poco otra persona porque, aunque aparentemente nada ha cambiado, es como si todo lo hubiera hecho.
El fin de semana pasado me acomodé en la cama con dos de mis más grandes amigas y empecé a hablar de todas esas cosas pequeñas que se vuelven grandes, pero que también nos vuelven grandes. De las inseguridades, de los cambios, de quiénes somos. Lo llamé “tener una charla de adultos”. Pero es que me doy cuenta de que cada vez tengo más y más de esas charlas. Finanzas, ¿a dónde va esto?, ¿qué es lo que estás buscando?, ¿por qué te has molestado?, son solo algunos de los ejemplos de las cosas que han revoloteado a lo largo de estos meses no solo con mi pareja, sino también con mis amigas.
Porque, al final, creo que lo que no se habla termina por matar. Una de mis amigas lo dijo en voz alta mucho mejor que yo, contándonos que desde que aprendió a decirle a su novio lo que le molesta puede que tengan mayor cantidad de conflictos en el día a día, pero son pequeños, lo solucionan al momento y, honestamente, es mucho más probable que no vuelvan a suceder, todo esto contrario a lo que sucedía cuando ella explotaba de la nada, un día, y enumeraba una a una las cosas que la habían molestado. Su novio no podía comprender ni una cosa, ni la otra, y la relación se balanceaba demasiado.
Y es que, para ser honesta, también me cuesta decir a tiempo las cosas que me molestan. Es parte de mi personalidad evitar el conflicto, posponer lo incómodo para más tarde. Y ha sido, y es todos los días, un trabajo enorme poner en palabras el enojo, la decepción, decirle a alguien que ahí donde pone el dedo duele. Aunque tampoco es fácil cuando alguien me dice que está enojado, que lo he decepcionado, y ese también está siendo un trabajo enorme.
Creo que mis últimos blogs reflejan muy bien cómo me siento respecto a expresar lo que sentimos. Soy una fiel partidaria de que las palabras son un arma letal y está en nosotros darles poder para lastimar o para curar. Pero, además, hay palabras que pueden lastimar al momento, pero que a la larga curarán y evitarán quebrar algo.
Tú, ¿cuándo fue la última vez que le dijiste a tu pareja o amigos alguna de las siguientes cosas?
¿Hice algo que te molestó?
Lo que me dijiste dolió porque [inserte aquí cualquier cosa, porque ponerlo en palabras, aunque a veces suene “tonto”, ayuda a descubrir cosas de ti y de tu pareja/amigx].
No me gustaría que volvieras a [inserte aquí el deseo, que al final está en la otra persona hacer o no, y en nosotros aceptar seguir ahí si lo hace o no, también].
Últimamente hay algo que siento que no está funcionando en nuestra relación [de pareja, o de amistad]. No estoy muy segura de qué se trata, pero lo noto cuando [inserta aquí ejemplos, momentos que te hicieron sentir de esa forma].
No estoy de acuerdo con la decisión que estás tomando [aunque sea su vida, porque cuando amas a alguien buscas que sus decisiones no lo pongan en riesgo. Aunque aquí también hay que intentar siempre hablar desde el amor y no desde el egoísmo].
Estos son solo algunos ejemplos, pero estoy segura de que pueden venir a su cabeza muchos más. Incomoda, ¿verdad que sí? A mí me ponen los pelos de punta. Pero son las charlas de adultos las que nos empujan a crecer, porque al final aunque el concepto “adulto” sigue siendo un espacio borroso de la vida, sí que noto que cuando tomo decisiones difíciles o incómodas crezco, maduro, cambio. Y bien pueden ver al inicio de este artículo cuánto miedo me dan los cambios, pero también reconozco que los cambios como mudarme a otro país, elegir cambiar el rumbo de mi vida profesional e incluso elegir cada día a mi pareja me han marcado de una forma positiva, me han convertido en un ser humano que no puede voltear tan rápido la mirada frente a lo incómodo, porque la realidad es que hay cierta incomodidad todos los días cuando tomas esas decisiones que te cambian la vida.
Siento que escribir esto ha sido como sentarme con cada uno de las personas suscritas a este blog y de alguna forma empezar mi “charla de adultos” con ustedes, ponerme íntima y revelarme una vez más súper humana. No voy a mentir, he estado llorando mucho frente a mis nuevos cambios, nuevas charlas de adulto y frente a la vida que no sé si estoy construyendo hacia arriba o hacia los lados, pero me dará mucho gusto continuar compartiendo con ustedes cada trocito de los siguientes meses.
Gracias por estar aquí, por leer, por ser un espacio seguro y bonito.
Nos leemos pronto,
creo que la gran mayoría de las mujeres padecemos de ese mal de callarnos las cosas para evitar conflictos, pero sin darnos cuenta terminamos explotando y creando conflictos mucho más grandes.