Una de las voces de referencia del feminismo es la filósofa francesa Simone de Beauvoir. Reconocida como una de las voces que se levantó con fuerza durante eventos como la protesta de estudiantes del 68, a mí me obsesionó por años por su relación tan compleja con el también filósofo Jean-Paul Sartre —y obsesionarme es la palabra correcta, porque leí al menos cinco libros dedicados especialmente a su relación.
Durante mis años universitarios una de las lecturas de Beauvoir que más me marcó fue una parte de su libro El segundo sexo, donde a través del materialismo histórico de Engels, habla del momento histórico donde las mujeres y hombres tuvieron mayor equidad: cuando en la división del reparto de tareas ambos sexos aportaban a un hogar de forma equitativa, las mujeres con la agricultura, los hombres con la caza. La agricultura, además, estableció a la civilización como sedentaria, iniciando cosas importantes en las relaciones humanas como el concepto de tener una casa, o el matrimonio.
Y si se preguntan: ¿a qué viene todo este marco histórico?
Bueno, me gusta pensar que, después de todos los años que sucedieron a ese momento de equidad donde las mujeres fueron delegadas a los hijos y al hogar, donde se les prohibió asistir a la universidad e incluso se consideró un pecado que “pensaran”, hemos llegado a una nueva etapa —aún en desarrollo—: las mujeres volvimos al ruedo y estamos encontrando una conciliación entre nuestra vida personal y nuestro derecho a trabajar. Las nuevas preguntas que nos estamos haciendo, como la que le da título a esta newsletter, son gracias a que las mujeres han vuelto a ser consideradas cerebros y no solo matrices.
La vida laboral tiene muchas similitudes con la vida sentimental: tenerla y no tenerla es un dolor de cabeza.
No se lo tomen a mal, he estado en ambas posiciones —en el amor y en el trabajo—, y no me gustaría volver a los puntos más oscuros de ninguna historia. Ni a mis amores o trabajos tóxicos, ni a cuando estuve buscando desesperadamente amor y/o trabajo. Pero lo importante de estas etapas es que te alimentan y te enseñan mucho.
¿Qué he aprendido en la búsqueda de trabajo y de amor?
Una de las cosas que pasan cuando estás iniciándote en la vida laboral y sentimental es que aún no sabes poner las cosas en retrospectiva: no reconoces tus puntos fuertes ni tus debilidades, no entiendes cómo actuar en determinadas situaciones, en consecuencia, te equivocas mucho. Vas con mucho miedo y, algunas veces, incluso con desesperación. Y no hay peor sentimiento que este.
Estar desesperado te empuja a conformarte, a no saber lo que quieres porque cualquier sitio es mejor que “no tener un sitio”.
Y lo peor es que, si no aprendes de tus experiencias y te permites reflexionar sobre las mismas, si no te das un espacio a aprender de lo que estás viviendo, este sentimiento te persigue incluso cuando has encontrado una relación y un trabajo: si no has llegado al punto donde estás seguro de que mereces tener ambiciones en tu vida laboral y sentimental —y aquí una gran aclaración, no solo estoy hablando de la relación “amorosa”, sino de las relaciones con nuestras amistades o con nuestras familias— se vuelve imposible equilibrarlas y el peso se distribuirá de forma desigual y sin estrategia detrás.
Todo esto es como jugar al ajedrez: si no sabes qué valor tienen las piezas por las posiciones en las que se encuentran en ese momento de la partida, irás por ahí sacrificando una o la otra sin criterio hasta llegar a un temido jaque mate.
Cuando uno es feliz, se nota, pero cuando uno es infeliz se nota todavía más. La insatisfacción impacta directamente en las personas que tenemos alrededor: nuestros compañeros de trabajo y nuestros compañeros de vida no merecen absorber el pesar que nos puede causar no saber cómo equilibrar y conciliar todas las partes que nos conforman.
Pero, todavía más importante: no merecemos ser infelices por no saber cómo poner las oraciones que nos ayuden a escribir la vida que queremos para nosotras.
¿Mi consejo?
Tienes que saber que a todos en algún momento nos pasa. Tener una crisis en medio del trabajo, de nuestra amistad o de nuestra relación sentimental es normal: somos humanos, somos quebrables, pero eso no significa que debamos hacernos añicos.
Busca los espacios de tu vida que te hacen felices de ambas partes y aprende a armarlas juntas. Dedica a tu trabajo horas de calidad y encuentra tiempo para todas las personas que quieres: toma paseos, busca sitios que te alimenten también a ti, porque al final una de las relaciones que te permitirán ser feliz y estar satisfecha es la que tienes contigo misma.
Ten paciencia, nada se construye en un día, pero saber mirar lo que estás construyendo te permitirá moldearlo y, en algún momento, alcanzará una forma que tenga sentido para ti.
Hace meses que teletrabajo y por eso me pareció una buena idea mostrarles el escritorio desde el que escribo estas newsletters cada fin de semana y desde donde trabajo todos los días. Es el sitio donde se cuela la luz del sol, donde recibo un poco de aire, donde tengo a veces ratitos de frustración y donde cada noche viene mi novio a decirme: “ven, que ya es hora de cenar”. Y entonces, después de esa simple frase, intento desconectar de todo —aunque, como en todo, sigo aprendiendo y hay días que desconectar es más fácil que otros—, me permito ver series, hablar de mi día, cocinar y ser solo para mí y mi pareja para al día siguiente empezar con mucha energía.
¡Hasta el siguiente miércoles, muy queridas amigas!
No olviden que pueden escribirme en Instagram o Facebook, responder a este e-mail o dejar un comentario, siempre me hace ilusión saber que nos leemos entre nosotras.
si hubiese leído esto hace unos dos años.
necesito que alguien me de consejos sobre cómo llevar el trabajar, estudiar y tener una relación a distancia, siento que terminaré soltando alguna